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miércoles, 16 de diciembre de 2015

No hay de qué preocuparse. Todo tiene su explicación. Por Fernando Rodríguez-Artalejo



Ya está disponible en la red y distribuyéndose en papel el número 60 de Gestión Clínica y Sanitaria
El artículo está muy bien escrito, los métodos son rigurosos, y sus resultados tienen gran relevancia práctica para las pacientes. Por ello, propuse a mi madre y a mi tía que leyeran el resumen; a continuación transcribo sus comentarios.
Madre (89 años): ¡Esto es un desbarajuste!

Tía (87 años): No hay de qué preocuparse. Seguro que tiene una buena explicación.
Madre: Para empezar, si vives en EEUU las guías dicen que hay que tratar a distintas mujeres que si vives aquí. ¿Tan diferentes son los huesos de unas y otras?
Tía: No, lo que cambia son los médicos que hacen las guías, y que aquí tenemos seguridad social y allí no.
Madre: Pues a ver si se ponen de acuerdo.
Tía: Sí, seguro que sí, porque en el artículo dicen que es urgente y los datos son de 2006.
Madre: Pues acaban de publicarlo y no dicen que se haya hecho nada al respecto. En fin, cuando vaya a pasar unos meses con mi hija Cristina en EEUU no sabré qué he de hacer, e incluso me podrán cambiar la medicación.  
Tía: Bueno, no hay que irse tan lejos. Aquí, según qué especialista te trate, te dará una cosa u otra. Es lógico, porque seguro que las pacientes que ve el ginecólogo son distintas que las del traumatólogo. Ya se sabe que no hay enfermedades sino enfermos.
Madre: Bueno, pues a mí la espalda me duele un montón a pesar de la medicación. Le pregunto a Fernando cuál es el médico de los huesos (reumatólogo, traumatólogo, geriatra, internista, médico general….), y me dice que vaya al general o al que quiera..…, que da igual. ¡Como para hacerle caso!
Tía: Él se refiere a que cualquier buen médico te puede tratar el dolor. Y que quien lo trate, debe conocer y tratar tus otros problemas de salud, y seguirte a lo largo del tiempo. Por otro lado, en el artículo se habla de la osteoporosis y no del dolor. Están relacionados, pero no es lo mismo.
Madre: Pues este chico no ha reparado que en la mayoría de los casos no es el médico general quién pone el tratamiento, sino otros médicos. ¿Para qué me envía el médico general?
Tía: Él te aconseja bien. Al menos hay uno que se ocupa de todos tus problemas; no como antes, que cada especialista se ocupaba de una cosa pero nadie se ocupaba de ti.  
Madre: En el artículo dicen que hay un montón de pacientes a las que se trata sin estar indicado. ¡Y luego dicen que no hay suficiente dinero para la Sanidad y encima me restringen los medicamentos!
Tía: A ti no te falta de nada. Además, las cosas no son blancas o negras. Los autores dicen que han utilizado unos criterios razonables para interpretar las recomendaciones de las guías (porque a veces no eran claras), pero que si hubieran usado otros criterios los resultados podrían ser distintos.
Madre: Pues entonces las conclusiones pueden ser exageradas. Además, quizás los investigadores son como mi hijo, un médico que no trata a pacientes…….. Seguro que no han tenido en cuenta todas las características de cada paciente concreto.
Tía: Según Fernando, es un estudio con información muy detallada. Por otro lado, he oído en la radio que esto se resolverá con la “medicina personalizada”, porque a cada paciente le darán la medicina que mejor le vaya. Pero me temo que ya será tarde para nosotras.
Madre: ¿Sabes qué creo? Que los autores pueden haber seleccionado los criterios a posta para que los resultados salgan muy escandalosos. ¡Cómo es posible que los médicos estén dando medicamentos a gente que no los necesita! Y además, ¡que haya personas que los necesitan, porque ya han tenido fracturas, y no se los den! ¡No puede ser! ¡O el artículo está mal o no hay derecho a que pase esto!
Tía: Confía en la ciencia, que gracias a ella cada día vivimos más.
Madre: ¡Te he dicho que no puede ser!
Tía: ¡Qué más te da! Fernando me ha dicho que en el artículo solo hay 70 mujeres de 75 y más años; estoy casi segura que no hay ninguna tan vieja como nosotras. Además, hace poco que me dijiste que estabas aburrida de tomar el medicamento de la osteoporosis y que lo ibas a dejar porque no notabas ningún efecto.  
Madre: El otro día dijeron que las salchichas producen cáncer y, hoy, leo que la medicina es un disparate. ¡Yo ya no me creo nada!
Tía: Que yo sepa este artículo no ha salido en los periódicos.
Madre: ¡Menos mal!

NOTA del transcriptor: Si los pacientes supieran…..Ya que los gestores acabarán siendo pacientes, les aconsejo que lean el artículo para tener opinión propia, y no la de mi madre y mi tía.



domingo, 3 de junio de 2012

Osteoporosis, riesgos, antirresortivos densitometrías y … despilfarro, por Salvador Peiró


La revista Osteoporosis International acaba de publicar un artículo de nuestro grupo de investigación en el CSISP titulado  “Prevalence of osteoporotic fracture risk factors and antiosteoporotic treatments in the Valencia region, Spain. The baseline characteristics of the ESOSVAL cohort” que, entre otras cosas, contiene aspectos interesantes para la gestión clínica y sanitaria. Interesante no quiere decir que todo el artículo, ni siquiera su mayor parte, vaya a seducir a los lectores interesados en GESTION CLINICA Y SANITARIA. La parte menos atractiva para estos lectores  tiene que ver con el gran tamaño de la cohorte (más de 11.000 personas mayores de 50 años), la inclusión de más de 5.500 hombres (que hasta no hace mucho se libraban de que los marearamos con la osteoporosis), el tipo de pacientes (reclutados en consulta de atención primaria con la colaboración ¡gracias, gracias, gracias! de más de 500 médicos y enfermeras) y los métodos de seguimiento (con el empleo de la historia clínica electrónica como cuaderno de datos). Probablemente tampoco van a disfrutar con la prevalencia de los factores de riesgo o la cuantificación del riesgo de fractura mediante el instrumento FRAX (al que se le ponen algún que otro reparo).

El trabajo muestra que sólo el 0,7% de las mujeres entre 50 y 65 años tiene un riesgo de fractura cadera superior al 3% en 10 años. Este punto de corte es el que se utiliza en las guías clínicas de algunos países para indicar el tratamiento. Sin embargo, el 22% de las mujeres de este tramo de edad recibían tratamiento antirresortivo y un 27,4% habían recibido una densitometría en los últimos 24 meses. La densitometría en mujeres de menos de 65 años es una de las pruebas identificadas como de escaso valor clínico en un (excelente!) trabajo publicado recientemente en Annals of Internal Medicine

 Diputadas y senadoras de diversos grupos políticos haciéndose una densitometría (previsiblemente) innecesaria en el marco de una campaña promocional.

España es medalla de plata en el Mundial de consumo de fármacos, pero obtuvo el oro en antiosteoporóticos (Véase el informeExtent and causes of international variations in drugusage: a report for the Secretary of State for Health by ProfessorSir Mike Richards”). Incluso por delante de Estados Unidos.

Es difícil saber cuanto gastamos en densitometrías innecesarias que llevan a tratamientos innecesarios. El gasto en antirresortivos aproxima los 500 millones de euros anuales. Probablemente, algo más del 50% se destina a personas sin riesgo. Ningún beneficio y algunos efectos adversos (necrosis mandibular, fracturas de huesos largos …).  Es un buen ejemplo de despilfarro, pero no es el único ejemplo. 

La extensión de las  indicaciones preventivas a grupos poblacionales de bajo riesgo es una de las formas de despilfarro más comunes en el Sistema Nacional de Salud. Incluyen los hipolipemiantes (casi 1000 millones en 2010) en prevención primaria en personas de bajo riesgo, las pruebas preoperatorias rutinarias, el uso generalizado de inhibidores de la bomba de protones, ecografías cardiacas en personas asintómaticas con soplos inocentes, … 

El despilfarro está de moda en la literatura médica. Berwick, en un recienteartículo en JAMA cifraba en un 20% del gasto sanitario los costes del despilfarro para el sistema sanitario estadounidense. Tocaría empezar a hacer cuentas en el SNS. Tocaría empezar a dejar de hacer lo que nunca debimos hacer. De alguna forma, para salir del agujero lo primero es dejar de cavar.