martes, 29 de marzo de 2011

¿Necesitamos un NICE?, por Anna García-Altés

A esta  pregunta Guillem López Casasnovas, colaborador habitual de GCS -Gestión Clínica y Sanitaria- daba, según un reciente Diario Médico (DM 17/3/2011), una contundente respuesta afirmativa. Se señalaba, según el periodista, la necesidad en nuestro país de anclar el gasto en la financiación disponible, canalizar la financiación pública hacia el gasto más eficiente en términos de objetivos de salud, y hacer ambas cosas mediante un organismo parecido al National Institute for Health and Clinical Excellence (NICE) del Reino Unido.

El NICE es uno de los temas favoritos de algunos de los colaboradores de GCS -Gestión Clínica y Sanitaria – entre quienes la que escribe se ha pronunciado en diversos foros a su favor y de la necesidad de clarificar y organizar el proceso de evaluación de tecnologías en el Estado español, con todo lo que ello supone de coordinación de las agencias de evaluación existentes, priorización de tecnologías, establecimiento de límites en cuanto a consumo de recursos económicos y vinculación directa con la toma de decisiones (GCS 2008:10(4):119-123).

Cuando se trata de dinero público es razonable plantearse como sociedad si vale la pena aumentar el gasto sanitario, es decir, si los incrementos en salud que se obtienen como fruto de ese gasto valen más que lo que cuestan, en términos de recursos consumidos y de usos alternativos de esos recursos. En un contexto de crisis como el actual, este tipo de razonamiento adquiere todavía más importancia. Tendría sentido financiar con fondos públicos aquellas tecnologías, fármacos y servicios sanitarios que fueran claramente eficientes, es decir, que ofrecieran importantes ganancias en salud por euro invertido, en comparación con las alternativas existentes. El lector interesado haría bien en revisar lo publicado por otros dos colaboradores de GCS Gestión Clínica y Sanitaria en la Revista Española de Salud Pública (Puig-Junoy J, Peiró S. De la utilidad de los medicamentos al valor terapéutico añadido y a la relación coste-efectividad incremental. Rev. Esp. Salud Publica 2009;83(1):59-70)

Estos razonamientos empiezan a calar a nivel micro, siendo un buen ejemplo de ello el magnífico trabajo del grupo de Grupo de Evaluación de Novedades, EStandarización e Investigación en Selección de medicamentos (GENESIS). El conocimiento necesario para llevarlo a cabo también está disponible; la evaluación económica es aquí el instrumento a usar, y los economistas de la salud del Estado español sabemos llevar a cabo este tipo de evaluaciones, con una producción científica importante que se refleja cada vez más en revistas internacionales. Si la estructura de conocimiento existe. su operativa podría articularse a través tanto de un organismo “tipo NICE” o “tipo agencias de evaluación reorganizadas”, e independiente del gobierno y de la industria. Sólo falta la voluntad política de llevarlo a cabo.

Frente a esto las alternativas verosímiles son varias: o continuar con el grifo abierto y seguir financiando con dinero público todo tipo de servicios sanitarios (efectivos e inefectivos), u optar por recortes “a ciegas”, sin tener en cuenta los beneficios que se obtiene del gasto en salud, al estilo de los últimos recortes de precios de fármacos. Con sus luces y sombras, la experiencia del Reino Unido en este tema a través del NICE puede servir como ejemplo de factibilidad, compromiso político y transparencia hacia la sociedad.