lunes, 12 de diciembre de 2011

Principios para una prescripción prudente, por Ricard Meneu

La preocupación por  nuestro gasto farmacéutico distrae, con demasiada frecuencia, de abordar los problemas esenciales de la prescripción. Resulta primordial emprender actuaciones decididas para la promoción del uso adecuado de los medicamentos y la prevención de los efectos adversos de su uso inadecuado. No es extraño pues que pasase bastante desapercibido un artículo publicado hace unos meses en Archives of Internal Medicine titulado “Principles of conservative prescribing”,  en el que se revisan aquellos principios que aseguran una prescripción más prudente.
Sin embargo, un heterogéneo grupo de esforzados profesionales ha decidido aprovechar la ocasión, no sólo adaptando el texto al contexto de la asistencia sanitaria de nuestro país, sino aportando otra serie de pruebas: las de sus experiencias y conocimientos prácticos junto a las de sus pacientes.  Para ello han lanzado una iniciativa que pretende repasar 24 principios de una prescripción prudente.

Desde hoy y a lo largo de los próximos 10 días se irán desgranando 24 historias contadas de diversas maneras por muy diferentes profesionales de distintos puntos del país. Tal  iniciativa puede ser una oportunidad para reducir el despilfarro y mejorar la eficiencia del SNS, pero, hoy por hoy, es sobre todo una oportunidad para mejorar la salud y el bienestar de nuestros pacientes.

La iniciativa dispone de un blog 
<http://prescripcionprudente.wordpress.com>, además de cuenta de twittter  y de facebook. Los materiales se comparten bajo licencia de uso compartido creative commons 3.0, no tiene ánimo de lucro, no tiene financiación de ningún tipo, es altruista e independiente.

En un entorno que ha asumido acríticamente “innovación” como sinónimo de bondad, reivindicar una prescripción cauta –“conservadora”, como prefiere el documento de referencia-  supone una toma de partido cuanto menos osada. Aunque muchos preferiríamos algún otro de los términos manejados –cauta, o  juiciosa, razonable, sagaz, cuidadosa- hay motivos para refrenar nuestras ansias de “progreso” en este ámbito. Ojalá todas las políticas etiquetables como conservadoras estuvieran tan fundamentadas. Mientras, esperemos que en una sociedad que apoya mayoritariamente la supuesta aplicación del “sentido común” y “lo que dios manda” a asuntos que si exigen respuestas innovadoras, además de sensatas, ponderadas y justas, el llamamiento a una prescripción de estas características concite tantos o más adeptos.