jueves, 7 de abril de 2011

La bolsa de la vida, por Ricard Meneu

Cada año la elección de plazas MIR muestra la cotización de las distintas especialidades en esa curiosa bolsa laboral. Los inversores explicitan sus expectativas sobre el valor futuro de cada una de ellas. Ciertamente la vocación también juega un papel, pero algo sabemos de su funcionamiento – en el Reino Unido – gracias al artículo comentado por  Beatriz González López Valcárcel en  GCS – Gestión Clínica y Sanitaria –, número 45: "Casi la mitad de los médicos ingleses trabajan en una especialidad distinta a la que habrían elegido un año después de graduarse".

Estos días el parquet MIR está confirmando las tendencias apuntadas en las últimas sesiones, una elevada cotización de CPEyR y DERMA y un bajo aprecio de MFC. Si el año pasado la primera “compradora” de Medicina de Familia tenía el número 234, éste podríamos decir que su primera compradora tenía el 210, la segunda estaba situado 210 puestos detrás, la misma distancia que la separaba del tercero, a éste del cuarto y la misma respecto a la quinta, pues de los primeros 1.050 “inversores” sólo 5 han elegido la especialidad que se asume piedra angular del sistema. Aunque en realidad el primer numero que "compró" MFC este año fue el 700, lo que matiza la elevada dispersión en el ordinal que ostentan los electores de  esta especialidad, cuya media la sitúa en el puesto 47, sólo por delante de las tres especialidades de escuela, según un trabajo de Beatriz González López Valcárcel y Patricia Barber que se podrá leer el año próximo (!!esa es  la velocidad con la que respondemos a un mundo aceleradamente cambiante!!).

Al menos en el último lustro la elección de Medicina de Familia sigue una senda de deterioro, sin que la sobreabundancia de plazas pueda explicar su pérdida de cotización, atribuible más bien a pérdida de atractivo. Se apunta que el deterioro no afecta a la Atención Primaria si no sólo a la Medicina de Familia, por más que la Pediatría, con mucha mejor cotización,  tenga encarnaciones más variadas.

En cualquier caso, intranquiliza – o debería hacerlo – la escasa fe de los compradores en una especialidad a la que fiamos la calidad y eficiencia del sistema. Y más aun la desidia de los reguladores, preocupados, a lo sumo, por atender las reclamaciones de los antiguos accionistas, en lugar de  preocuparse por las señales que emiten los nuevos inversores y los usuarios de una empresa – esta vez si – realmente estratégica.