jueves, 2 de junio de 2011

Pruebas genéticas, ¿vendiendo enfermedad?, por Anna García-Altés

El uso de pruebas genéticas para evaluar el riesgo de tener determinadas enfermedades es controvertido, y se sabe poco sobre sus efectos en la población. En el próximo número de GCS -Gestión Clínica y Sanitaria - aparecerá comentado un artículo reciente sobre los efectos psicológicos, conductuales y clínicos de un instrumento para evaluar el riesgo genético. A la vista de sus resultados los autores concluyen que la realización de pruebas genéticas no afecta los comportamientos relacionados con la salud (salud psicológica, dieta, realización de ejercicio, o uso de pruebas diagnósticas), pero que su impacto en la población general no se conoce y que la falta de certidumbre sobre la validez y la utilidad de las pruebas genéticas (aportan información muy limitada sobre el riesgo genético real) hace que pruebas diagnósticas basadas en sus resultados resulten erróneas.

En Estados Unidos y en Europa ya hay muchas compañías ofreciendo en Internet este tipo de pruebas genéticas -con precios entre los 400 y los 2.000 dólares. Esto abre otros muchos frentes, la mayoría relacionados con su novedad y la falta de un marco regulador: problemas de privacidad de la información del consumidor, su valor clínico (más allá de sensibilidad y especificidad), impacto económico (costes y ahorros que puedan generar), valor social de la información para modificar estilos de vida, encaje en la práctica clínica habitual, etc. Su relevancia es tal que las National Academies de Estados Unidos convocaron un taller sobre el tema. 

¿Supondrán cambios en la población general? Según parece, algún cambio van a suponer, puesto que varios analistas consideran que será un mercado muy rentable. Otro reciente documento, éste de PriceWaterhouseCoopers, estima que la medicina personalizada (la basada en pruebas diagnósticas) tiene en Estados Unidos un mercado potencial de 232.000 millones de dólares, con un crecimiento anual del 11%.

El mismo informe da algunas “business tips”: los beneficios de la industria de ese sector vendrán de capitalizar en el uso preferente de fármacos de beneficio probado y precio más elevado, de una mayor prescripción, del nacimiento de nichos de mercado muy rentables (poblaciones muy específicas pero con un alto precio) y, finalmente, de estrategias para ampliar la definición de salud. Y mucho hay de esto último según lo que se ha hablado de telemedicina predictiva esta semana en la 13ª Edición del BDigital Global Congress. Ya nos podemos ir preparando para esta nueva tecnología porque dice el co-editor del Health Care Cost Monitor que el control de los costes sanitarios es un “losing game”. Pero ese futuro no está inscrito en los genes.

domingo, 29 de mayo de 2011

Cómo reducir costes y mejorar la calidad asistencial, por Anna García-Altés

Estos días, entre la jornada electoral, las acampadas y la final de la Champions, resulta complicado encontrar un tema sobre el que escribir. Pero a veces parece que las revistas científicas se ponen de acuerdo en los temas que destacan y resultan inspiradores.

Los costes son un problema ético”. Así titulaba Fiona Godlee su columna editorial del último número del British Medical Journal (AQUÍ), en el que se incluye un interesantísimo artículo sobre el coste de la prevención farmacológica (ÉSTE) que pone de relieve la falta de datos de efectividad (en condiciones reales, no en ensayos clínicos) de fármacos superventas en el mundo entero (y también en España) como las estatinas, los antihipertensivos o los bifosfonatos. También la ausencia de argumentos para no llevar a cabo estudios de coste-efectividad con datos reales (aunque, paradojicamente, la regulación no los exija).

Hasta aquí nada que los avispados colaboradores de GCS - Gestión Clínica y Sanitaria - no sepan: seguramente recordaran aquel bonito artículo que Fernando Rodríguez-Artalejo y Vicente Ortún escribíieron hace tiempo sobre la economía esquimal, y también un artículo reciente de Jaume Puig-Junoy y Salvador Peiró sobre la necesidad de pasar de la eficacia a la efectividad y la eficiencia, citado en un post anterior. Pero no se vayan todavía, aún hay más.
 

Salvador Peiró y Gabriel Sanfélix comentaban esta semana en Diario Médico los problemas del gasto farmacéutico en el SNS (REPRODUCIDO AQUÍ): elevadas cantidades dispensadas, la calidad y adecuación de los tratamientos, tanto por defecto como por exceso, y los costes derivados del fracaso terapéutico y de los efectos adversos (con una carga de la enfermedad estimada tan sólo por detrás de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer). Si somos el segundo país del mundo en consumo real de medicamentos y tenemos mil millones de recetas al año en el SNS, y a esto le sumamos la falta de datos de efectividad y de eficiencia, el cocktail es explosivo, y el margen de mejora (disminuyendo costes y aumentando la calidad asistencial) inmenso.

Por último, el blog de Pere Ibern, siempre inspirador, nos ha puesto sobre la pista de un artículo en el último número del NEJM de Alain C. Enthoven (ÉSTE). El artículo trata el tema de los incentivos, y finaliza con una lista de maneras de reducir costes y mejorar la calidad asistencial, de la cual destacaré las dos más relacionadas con el tema tratado aquí: el seguimiento de los resultados en salud de los pacientes para retroalimentar el proceso de toma de decisiones, e implementar la evaluación en la selección y compra de fármacos. Sin duda, esto ayudaría.