domingo, 29 de mayo de 2011

Cómo reducir costes y mejorar la calidad asistencial, por Anna García-Altés

Estos días, entre la jornada electoral, las acampadas y la final de la Champions, resulta complicado encontrar un tema sobre el que escribir. Pero a veces parece que las revistas científicas se ponen de acuerdo en los temas que destacan y resultan inspiradores.

Los costes son un problema ético”. Así titulaba Fiona Godlee su columna editorial del último número del British Medical Journal (AQUÍ), en el que se incluye un interesantísimo artículo sobre el coste de la prevención farmacológica (ÉSTE) que pone de relieve la falta de datos de efectividad (en condiciones reales, no en ensayos clínicos) de fármacos superventas en el mundo entero (y también en España) como las estatinas, los antihipertensivos o los bifosfonatos. También la ausencia de argumentos para no llevar a cabo estudios de coste-efectividad con datos reales (aunque, paradojicamente, la regulación no los exija).

Hasta aquí nada que los avispados colaboradores de GCS - Gestión Clínica y Sanitaria - no sepan: seguramente recordaran aquel bonito artículo que Fernando Rodríguez-Artalejo y Vicente Ortún escribíieron hace tiempo sobre la economía esquimal, y también un artículo reciente de Jaume Puig-Junoy y Salvador Peiró sobre la necesidad de pasar de la eficacia a la efectividad y la eficiencia, citado en un post anterior. Pero no se vayan todavía, aún hay más.
 

Salvador Peiró y Gabriel Sanfélix comentaban esta semana en Diario Médico los problemas del gasto farmacéutico en el SNS (REPRODUCIDO AQUÍ): elevadas cantidades dispensadas, la calidad y adecuación de los tratamientos, tanto por defecto como por exceso, y los costes derivados del fracaso terapéutico y de los efectos adversos (con una carga de la enfermedad estimada tan sólo por detrás de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer). Si somos el segundo país del mundo en consumo real de medicamentos y tenemos mil millones de recetas al año en el SNS, y a esto le sumamos la falta de datos de efectividad y de eficiencia, el cocktail es explosivo, y el margen de mejora (disminuyendo costes y aumentando la calidad asistencial) inmenso.

Por último, el blog de Pere Ibern, siempre inspirador, nos ha puesto sobre la pista de un artículo en el último número del NEJM de Alain C. Enthoven (ÉSTE). El artículo trata el tema de los incentivos, y finaliza con una lista de maneras de reducir costes y mejorar la calidad asistencial, de la cual destacaré las dos más relacionadas con el tema tratado aquí: el seguimiento de los resultados en salud de los pacientes para retroalimentar el proceso de toma de decisiones, e implementar la evaluación en la selección y compra de fármacos. Sin duda, esto ayudaría.

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