domingo, 5 de febrero de 2012

“Menos es más”: Evidencia científica y criterio clínico para dejar de hacer lo inefectivo, por Anna García-Altés (@annagaal) y Ricard Meneu

Sorprende la relativa desatención prestada en la última década a la sobreutilización inadecuada.  Ya en los textos canónicos sobre la calidad asistencial se afirmaba claramente que “un enfoque global para medir la calidad asistencial requiere atender a tres tipos diferentes de problemas de calidad; demasiada asistencia (sobreutilización), asistencia insuficiente (subutilización) y mala utilización (fallos y errores en los aspectos técnicos e interpersonales de la asistencia), como por ejemplo, en Donaldson MS. Editor: Measuring the Quality of Health Care.  A Statement by The National Roundtable on Health Care Quality.
Sin embargo, un reciente artículo de  Archives of Internal Medicine pone de relieve los pocos estudios realizados en Estados Unidos que analizan el problema del sobreuso de servicios sanitarios. Aunque sus conclusiones habrían sido diferentes si la revisión hubiera incluido estudios sobre temas tan relacionados con el sobreuso como las variaciones de la práctica médica o los estudios de efectividad, vale la pena echar un vistazo a los servicios identificados en la revisión, y los valores de sobreuso aportados: del 3% al 81% en broncodilatadores, del 16,1% al 80% en PSA, del 2% al 89% en antibióticos para infecciones del tracto respiratorio superior, o del 6,6% al 80% en marcadores tumorales, por señalar algunos ejemplos llamativos. Como en estos asuntos hace tiempo que consideramos útil tener presente la divisa atribuida a Mies Van Der Rohe, “menos es más”, aprovechamos aquí para poner al lector sobre la pista de varías iniciativas interesantes que identifican servicios sanitarios infectivos, basadas en la evidencia científica. 
La primera, empezando por casa, la propia GCS Gestión Clínica y Sanitaria, que en cada número incluye artículos identificando la (in)efectividad de algunas prácticas. Otra procede del mismo Archives of Internal Medicine, que bajo el título de “Less is more” publica una colección de artículos sobre el tema. Asi mismo, conviene  recordar que el NICE también comparte esta preocupación, siendo muy instructivo visitar su link a la base de datos de “Do not do recomendations”, basadas en el conocimiento acumulado por la organización a partir de sus informes y guías de práctica clínica: más de 850 prácticas para las cuales hay evidencia científica de que no son efectivas.

Además, en este contexto de crisis y recortes, los clínicos no se quedan atrás, y son variados los esfuerzos de identificación de prácticas no efectivas. De nuevo, el Archives of Internal Medicine publica una iniciativa del American College of Physicians que, mediante un proceso de consenso, han identificado 37 situaciones clínicas en las que una prueba de cribado o de diagnóstico no es efectiva; de modo parecido han actuado el Colegio Oficial de Médicos de Barcelona  y la British Medical Association. La Audit Commission ha ido un paso más allá y ha calculado también el ahorro que se conseguiría si no se llevaran a cabo tratamientos con poco o nulo valor .
 
Como se ve, no es por falta de pistas para los que busquen recortar sin disminuir, e incluso aumentando, la calidad asistencial.