Un artículo del siempre estimulante Robert Evans en el último número de Healthcare Policy (AQUÍ) convierte una repentina caída de valor bursátil en un prontuario para instrucción de decisores sanitarios. También para todos los demás, los afectados por sus decisiones. La caida del precio de las acciones de un mayorista farmacéutico de Ontario acompañó la decisión ministerial de hacer llegar los ahorros procedentes de la competencia entre genéricos a quienes pagan los medicamentos, prohibiendo las “bonificaciones” a las oficinas farmacéuticas. Un ejemplo que no deberíamos mirar descuidadamente.
Foto: Beatriz González López-Valcarcel
A partir de este hecho previsible Evans insiste en reiterar la obviedad – tan a menudo olvidada – de que el gasto de unos siempre es la ganancia de otros. En este caso la pérdida del valor bursátil de la empresa traduce un incremento del bienestar general por hacer que todos los compradores pasen a disponer, para otros fines, de los recursos previamente capturados. Considerando que la medida adoptada tendrá una mínima repercusión en los servicios farmacéuticos qua farmacéuticos – ciertamente no en tanto que empresas - , se nos recuerda que el crecimiento del gasto sanitario no se rige por leyes naturales, como las mareas, sino por el diseño de las políticas. Las diferentes políticas hacen que los ciudadanos de distintas regiones canadienses paguen precios muy dispares por los mismos medicamentos, en función de las decisiones adoptadas por los gobernantes que han elegido.
Tras derivar algunas otras lecciones, casi todas ellas fácilmente trasladables a nuestra realidad, este curso práctico de economía de la salud concede créditos adicionales si se comprende que todo lo visto en el caso estudiado se aplica al conjunto del sistema sanitario. Como ya sabemos, lo difícil no es la economía, sino la política. Lograr que nuestros decisores tomen decidido partido por los ciudadanos a los que sirven más que por los intereses que les son útiles.
El artículo cumple sobradamente con el precepto de “instruir deleitando”. Como lo hacía el libro ya clásico de Robert Evans, “Strained Mercy. The Economics of Canadian Health Care”, puesto hace años por el autor a disposición del público AQUÍ
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