jueves, 12 de abril de 2012

Influencia y transparencia, por Ricard Meneu

El comienzo de las vacaciones he reducido la escasa visibilidad de un interesante documento sobre la escamoteada realidad del lobbysmo farmacéutico en Europa: Divide &Conquer: A look behind the scenes of the EU pharmaceutical industry lobby .
Este “documento de investigación” producido por Health Action International (HAI)   y Corporate Europe Observatory (CEO)  - editores de la imprescindible “Lobby Planet Brussels – the EU quarter“  -puede ayudar a entender bastantes comportamientos de los organismos responsables de las políticas farmacéuticas europeas.
Aquí abundan los expertos que escrutan y critican razonablemente los fallos de la FDA y las políticas farmacéuticas….. norteamericanas, escandalizándose de las enormes sumas allegadas por la industria para aproximar las decisiones colectivas a sus particulares intereses. Entre estas pajas, raramente atisbamos la viga en el ojo propio que el citado documento nos muestra. Según los registros voluntarios de estas actividades, la industria farmacéutica destina anualmente 40 millones de euros a modular la toma de decisiones que le afectan.  Sin embargo, las estimaciones del trabajo cifran estos fondos por encima de los 90 millones anuales, lo que los haría superiores a los minuciosamente declarados en EE.UU, que el último año ascendieron a 86 millones de euros.
Parece que estamos en un ámbito que se ha escapado al avizorado escrutinio de los aficionados a la caza y captura de conflictos y sesgos. Así, algunas decisiones como el incremento de la protección de ciertos datos en Europa,  han podido responder más al interés por retrasar la comercialización de genéricos  que a alguna legitima preocupación por los principios de salvaguarda de privacidad. Otras voces han apuntado la verosímil contribución de este  importante  lobby a algunas de las cuestionadas decisiones adoptadas en respuesta a la gripe H1N1, especialmente la compra de ingentes cantidades de vacunas insuficientemente probadas.
Las actividades etiquetadas como lobbysmo son absolutamente legítimas, pues responden – a gran escala – al compartido interés  por acercar las decisiones colectivas a las preferencias e intereses de cada una de las partes implicadas. En lugar del habitual denuesto, o la sólita salmodia de píos deseos sobre como deberían comportarse los demás, parece que sería más útil esforzarse en incrementar la transparencia de estas actuaciones, establecer sus límites y revisar su consideración contable. 
Y ya puestos a pensar en una mejor regulación de estas actividades, atender en casa a las actividades de los visitadores “institucionales”, cuyo estirón en esta década sólo se ha acompañado de una creciente atención a los conflictos de interés… de los profesionales clínicos.

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