No corren tiempos para tirar cohetes. Con la crisis golpeando, en el sector sanitario las distribuciones poblacionales de desazón, escepticismo y laissez faire se desplazan hacia la derecha. Primera paradoja: visto desde fuera, puede sorprender que esto ocurra cuando todo indica que tenemos diagnósticos de situación acertados y siguen resonando los acordes de sólidas propuestas de mejora.
Hace tiempo que clínicos, gestores, epidemiólogos, directivos a diferentes niveles, economistas de la salud y politólogos comentan lo que se debería hacer para solucionar los problemas que están poniendo en un brete la solvencia y otras cosas importantes de nuestro Sistema Nacional de Salud. Pero lo hacen en sus mentideros nocturnos particulares. Entre estos colectivos los intercambios de pareceres son escasos, esporádicos. El mestizaje enriquece, pero en el entramado sanitario la fertilización cruzada no avanza. Y resulta que, cuando se intenta averiguar qué diagnósticos y soluciones se barajan, las coincidencias son palmarias. Segunda paradoja.
Aunque apenas nadie pone en duda la necesidad de que todos interioricemos el concepto de coste de oportunidad de nuestras decisiones, ¿hemos reparado en el de seguir funcionando como gremios aislados? No lo estamos haciendo bien.
A once profesionales con dilatada y notoria experiencia en gestión y dirección de centros asistenciales se les ha preguntado si la gestión clínica y la economía de la salud han aportado algo a su trabajo y cómo se podrían sortear las barreras a la comunicación entre todos estos colectivos. Si se coincide en no pocos diagnósticos y posibles soluciones, ¿por qué no se suman esfuerzos para aportar mejoras?
Las respuestas que ha dado cada uno de ellos, desconociendo quiénes eran los restantes participantes, son francas, fruto de la reflexión pausada y de muchos años de trabajo en primera línea. Sobresalen sus coincidencias de opinión respecto a, por ejemplo, los motivos que explican la baja implantación verdadera y efectiva de la gestión clínica efectiva y verdadera; la contraposición entre la marcada y fascinada receptividad a la innovación tecnológica (verdadera o comercial) y la reticencia obstinada tanto a la innovación en modelos de organización y de gestión, como a cambios normativos y estructurales que nadie duda en calificar de perentorios; la necesidad de incorporar la racionalidad económica en las decisiones a todos los niveles (y, sobre todo, en el clínico), así como la de incorporar la gestión y la economía de salud en el pregrado y posgrado de medicina.
Estos y otros tantos puntos clave, que laten con fuerza en sus respuestas, esbozan líneas de acercamiento entre dichos colectivos. El enriquecimiento resultante de la puesta en común de diagnósticos y propuestas de avance entre ellos ¿podría aumentar la probabilidad de mejorar algo? ¿Hay visos de factibilidad? Que cada uno lo juzgue por sí mismo en el número 81 del Boletín Economía y Salud.
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