El Observatorio del Sistema de Salud de Cataluña ha publicado recientemente un informe sobre los efectos de la crisis en la salud de la
población. La crisis económica de
los últimos años ha tenido un impacto importante sobre los determinantes
sociales de la salud, limitando la renta disponible de la ciudadanía y
afectando sus condiciones de vida, trabajo y vivienda. Sin embargo, comprender
los mecanismos por los que las desigualdades sociales inciden en la salud poblacional,
a efectos de cómo combatirlos o neutralizarlos de la manera más efectiva
posible, en cada lugar y momento del tiempo, sigue siendo una asignatura
pendiente de nuestra política social.
La simple constatación
de los efectos de la crisis sobre las desigualdades, de renta primero y de
salud después, no da pistas certeras de cómo los elementos surgen e
interaccionan. ¿Son las desigualdades en salud consecuencia de los recortes en
el gasto sanitario para equilibrar la caída de los ingresos fiscales? ¿Retornando
a los niveles de gasto anteriores a la crisis desaparecerían estas
desigualdades?
Ciertamente, algunos
sistemas sanitarios europeos han mostrado una mejor resistencia que otros ante
las crisis y, entre los factores que explican esta mejor respuesta están, para
algunos autores, las políticas públicas de gasto en salud. Pero ¿Qué tipo de
gasto en salud? ¿”A piñón fijo” o priorizando, ahora más que nunca, los
recursos disponibles en cada caso?
Además, para que haya
más desigualdad, y no tan sólo más pérdida de salud, tenemos que asumir algunas
hipótesis sobre el comportamiento de la demanda, resultado de las elasticidades
precio y renta.
Otras formas de
protección social, como las que asegurasen unos niveles adecuados de gasto
sanitario público, evitando lagunas de cobertura sanitaria, tanto legales como
de coste de oportunidad de acceso a los servicios gratuitos, debieran de
contemplarse de modo mucho más específico.
Y es que, en general, no
supone igual mecanismo de reacción un cambio en desigualdad en renta por un
aumento adicional del paro (caso español) que por un aumento de rentas de los
más ricos respecto de los menos (como en el caso de los países nórdicos), o en contextos
en los que la pérdida de empleo reduce estrés y facilita el “jogging” como
señala alguna literatura estadounidense.
Todo ello, ciertamente,
ha de ser puesto en el contexto de cada situación, dados los estilos de vida,
con valoración no por renta sino por riqueza (la composición de activos aquí es
importante vista la enorme caída de los precios de los activos, con mayores
efectos en los grandes patrimonios), ya sea por individuo, perceptor de renta o
cabeza de familia.
Además, aún pudiendo identificar los mecanismos que
interaccionan en las desigualdades de salud de raíz socioeconómica, la
prudencia exige limitar las conclusiones a un país concreto, tiempo y lugar,
con dudas acerca de si lo que se conozca del pasado pueda informar con
garantías las correcciones necesarias del futuro.
Todas estas reflexiones,
más argumentadas, podréis encontrarlas en el último número de GCS Gestión
Clínica y Sanitaria, en un editorial elaborado por Guillem López-Casasnovas y
yo misma.
http://www.iiss.es/gcs/gestion64.pdf
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