Si puedes, lee este libro
Resumen de
la reseña del libro de Antonio Sitges Serra “Si puede, no vaya al médico”
(Barcelona: editorial Debate / Libros del Zorzal, 2020).
Puedes acceder al texto completo de la reseña AQUÍ
Miquel Porta @miquelporta
Un libro necesario, riguroso y valiente, no perfecto
A mi parecer, este es un libro
necesario, riguroso y valiente. Bien documentado y muy bien pensado. No
perfecto, por supuesto. Hará bien a quien lo lea con pocos prejuicios,
desagradará a quien sea alérgico a la más mínima crítica. Excelentes marcos y
bases filosóficas y culturales. Por fin un médico vuelve a enlazar con la
tradición de tratar los problemas médicos desde marcos y bases filosóficas y
culturales sólidas. Y con la tradición de utilizar problemas médicos para
trabajar cuestiones filosóficas y culturales relevantes.
Todo el libro nos recuerda que en la mayor o menor presencia de pensamiento
crítico también nos jugamos cuestiones más prosaicas y técnicas: como la necesidad de recomendar solo procedimientos
sanitarios (cribados, vacunas, fármacos, exploraciones, intervenciones
quirúrgicas, etc.) de efectividad y eficiencia demostradas, informar y
conversar respetuosa y autónomamente con poblaciones e individuos (sanos y
enfermos), no crear tecnodependencia ni promover la tecnolatría, afrontar y
cuando sea necesario aceptar el sufrimiento o la trsiteza, prevenir iatrogenia,
prevenir muertes prematuras, no culpabilizar a las víctimas, promover formas de
vida personal y colectiva responsables y morales, denunciar y controlar la
corrupción...
Tratar problemas médicos desde
marcos culturales,
trabajar cuestiones filosóficas utilizando
problemas médicos
Uno de los puntos fuertes del libro es la mirada –el análisis– cultural que
Toni despliega sobre cuestiones tan relevantes (para la sanidad, la filosofía y
la moral, la economía o la sociedad) como el excesivo intervencionismo médico,
la hipocondría individual y social, la tecnolatría y los fraudes tecnocientíficos,
incluyendo la obsesiva venta fraudulenta de promesas y falsas expectativas por
parte de médicos, tecnólogos, empresas y hospitales, en un contexto cultural e
industrial de “abducción utópica” (p. 28) y de constante, imprescindible creación
de... más expectativas; también, cuestiones como la corrupción industrial,
política, mediática, médica y académica, las debilidades del mundo editorial
científico, la ausencia de valores a favor de la persona...
Infrecuente y valioso es también que un libro crítico como este lo escriba
un médico y cirujano, pues (aunque) desde otros ámbitos –salud pública, sociología,
ciencia política– hace varias décadas que desarrollamos análisis parecidos. Por
lo tanto, aunque sea falsa no tiene mayor importancia la afirmación de que
“desde Némesis, de Ivan Illich, no
disponemos de texto alguno que se haya propuesto sistematizar una crítica
cultural de la medicina”. Tampoco es grave que en diversas partes del libro
Sitges refleje estar poco familiarizado con la literatura científica española e
internacional sobre servicios sanitarios; los excelentes trabajos de
profesionales cercanos a la Asociación de Economía de la Salud (AES), por ej.,
habrían enriquecido algunas páginas. Una mayor atención a los conocimientos
científicos y a la reflexión cultural sobre las indicaciones y efectos (poblacionales
e individuales) de los cribados también le habría permitido hilar más fino.
Sociedades científicas y profesionales como la Sociedad Española de Salud Pública
y Administración Sanitaria (SESPAS), la Sociedad Española de Epidemiología (SEE)
o la ya citada AES son asimismo ejemplares en muchos de los sentidos relevantes
cuando valoramos el libro; no perfectas, por supuesto. No importa los productos
de estas organizaciones podrían o deberían haber tenido mayor presencia en el
libro (podrían), pues toda obra y autor tienen limitaciones. Lo que sí importa
es que la realidad del trabajo de esas organizaciones se tenga en cuenta cuando
analizamos las cuestiones que aborda el libro.
Si consideramos más lo que unos y otros hacemos (nuestras en tantos papeles
olvidadas praxis), si nos leemos y
conversamos más, veremos con claridad esto: que tenemos la atractiva obligación
y muchas posibilidades de que estas redes y flujos de pensamiento crítico
maduren todavía más.
Otras virtudes y fortalezas del
libro
Muchos intentarán ningunear este libro no por sus defectos, que son un
acicate para el debate, sino por una poderosa razón: su valentía. Así, por ej.,
al analizar los abusos del sector privado de medicina o los de la propia
tecnolatría en cirugía, además de los ya comentados antes.
Recalco también que el libro combina bien lo factual (hechos) con los
análisis filosóficos, culturales y políticos. Asimismo destaco el atractivo
recurso a casos clínicos. Y elogio el general tono respetuoso, sereno,
ponderado.
Uno de los ejes que atraviesan el libro que merece más atención es la
crítica a la promoción acrítica e interesada de falsas tecnoutopías. “Hay más
realismo en el Génesis que en el culto al dios menor tecnológico”: es una de
las pinceladas brillantes en un capítulo especialmente lúcido (el capítulo 3) sobre
la “religión tecnoutópica”, el solucionismo, la tecnolatría, los tecnoadictos,
tecnopolitas y demás agentes patógenos del actual complejo tecno-quimio-sanitario.
En el análisis que el libro hace de esta problemática hubiese tenido sentido
incluir a las ciencias genómicas y otras “ómicas”, con su lamentablemente
espesa retahíla de promesas clínicas incumplidas. Y ahí cabría de nuevo enlazar
con las aportaciones críticas que se vienen realizando desde hace años. Relacionado
con ello está el tratamiento generalmente matizado y “poliédrico” de las ideas
relativas al progreso.
Asimismo me ha parecido oír el rumor almidonado de la túnica de Dios rozando
los estucados pasillos del libro. También he disfrutado escuchando el crepitar sedoso
del azar, “si es que el azar existe”.
¿Sobrexpresión de la proteína T2PfM?
Muchas reflexiones del libro son positivas y en positivo.
Incluso detalladas y explícitas. También las recomendaciones de autores y
lecturas.
Mi aprecio por ello no disminuye un ápice al constatar que en diversas
partes del libro me ha parecido detectar algunos síntomas y signos clínicos de un
problema bastante prevalente en nuestras sociedades y que, por tanto, podría
afectar no solo al autor sino también a bastantes de nosotros, lectores del
libro: un posible, discreto aumento de las concentraciones sanguíneas de la
proteína T2PfM (Todo Tiempo Pasado fue Mejor).
Está bien, por supuesto, que admiremos gran parte de la obra de Pascal,
Lavoisier, Newton o Galileo, Montaigne o Machado, sabios gigantes, cabalmente
presentes en el libro; es un placer encontrarles en él paseando con Sitges. Otra
cosa es que mitifiquemos e idealicemos, a menudo implícitamente, la totalidad
de su obra o incluso los cimientos, el contexto, las instituciones y hasta el
conjunto de la sociedad de su tiempo via T2PfM. O que utilicemos a los sabios
de la antigüedad, o de nuestra bendita juventud, para no ver lo que ahora va
mejor.
Creo que es un error ancestral proyectar las bondades de la obra de un
individuo o grupo de individuos más allá de ellos, obviando sus limitaciones y
las de su tiempo, para dar más solidez a las legítimas críticas a lo que hoy va
mal.
Esta es una de las reflexiones que más han estado en mi cabeza a lo largo
del libro: que es imprescindible e inexcusable apreciar a la vez lo que hace
bien y lo que hace daño, tanto lo que está bien como lo que está mal.
@miquelporta
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