Los medios de comunicación han otorgado esta semana gran relevancia al tumor mamario que se le detectó a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, utilizado como pretexto para portadas grandilocuentes. Es normal que las dolencias de los famosos – y pocos individuos hay que gocen de mayor cobertura periodística que nuestros representantes políticos – se aprovechen para difundir mensajes de supuesto interés sanitario.
El cáncer de mama ha sido repetidamente noticia, desde la pionera campaña de la primera dama estadounidense Betty Ford en 1974, hasta la más reciente peripecia de la estrella pop Kylie Minogue. En casi todas las ocasiones se entrecruzan mensajes sensatos, socialmente convenientes y adecuados al conocimiento, con excesos alarmistas, incitaciones a un desmedido fervor preventivo y afirmaciones alejadas de la evidencia disponible. Lo peor de estas últimas es que no son proferidas únicamente por las afectadas, los periodistas y gacetilleros – todos ellos disculpados por distintas razones – si no, con demasiada frecuencia, también por profesionales sanitarios. Es difícil saber si en estos últimos el problema estriba en su escasa cualificación técnica o en el ansia de aprovechar la provisional resonancia lograda para arrimar el ascua a su particular sardina.
No es una cuestión banal, pues está demostrada la capacidad de impregnación social de los mensajes emitidos en estas ventanas de sensibilización. Puede leerse (AQUÍ) respecto al caso de la citada Kylie Minogue el espectacular aumento de solicitudes de visitas para cribado que siguió a la noticia (Chapman S, McLeod K, Wakefield M, Holding S. Impact of news of celebrity illness on breast cancer screening: Kylie Minogue's breast cancer diagnosis. Med J Aust. 2005 Sep 5;183(5):247-50.)
Los potenciales efectos adversos de los programas de prevención secundaria del cáncer de mama merecen una cuidadosa atención y, desde luego, no pueden escamotearse por las convocatorias preventivas. A las consecuencias de las irradiaciones se añade la iatrogenia derivada de los falsos positivos y, especialmente, del sobrediagnóstico, es decir, la detección de lesiones reales pero irrelevantes, ya que no ponen en riesgo la salud de las personas que las padecen.
Este último párrafo procede del prólogo de una reciente publicación de la Fundació Víctor Grífols i Lucas titulada “Maleficencia en los programas de prevención”. Como todas las publicaciones de esa meritoria institución puede solicitarse directamente, o descargarse (en castellano e inglés) de su web (AQUÍ):
http://www.fundaciongrifols.org/portal/es/2/7353/ctnt/dD10/_/_/5au1/24-Maleficencia-en-los-programas-de-prevenci%C3%B3n.html
Vale la pena echarle un vistazo, por lo infrecuente de la perspectiva aportada.
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