Versión del
comentario publicado en GCS 66 sobre: Castro V. Pure White and Deadly Expensive: ABitter Sweetness in Health Care Expenditure. Health Econ. 2016 Dec 15. doi:10.1002/hec.3462
Estamos ante el primer estudio que analiza el impacto de la disponibilidad
de azúcar sobre el gasto sanitario, durante un período (1995 a 2014) en el que
se ha experimentado un incremento progresivo de la disponibilidad de azúcar a
nivel mundial, con una diferencia acumulada de 3 g/per cápita/día. Su fortaleza
radica en la calidad de las fuentes de datos utilizadas y en el control
exhaustivo de los determinantes conocidos del gasto sanitario, como ingreso per
cápita, distribución etaria de la población, progreso médico y tecnológico sanitario,
urbanización, participación de la mujer en el mundo laboral, porcentaje del
gasto sanitario público, camas hospitalarias y contaminación atmosférica, entre
otros. El consumo de azúcares añadidos, la medida de exposición individual que
depende directamente de la disponibilidad de azúcares, aumenta el riesgo de obesidad, diabetes y sus complicaciones, y mortalidad por enfermedad cardiovascular. Esto permite explicar que la mayor disponibilidad de
azúcares incremente el gasto sanitario en diabetes (per cápita y por persona
diabética) y total, tanto en países en vías de desarrollo como en los de la
OCDE, incluso después de ajustar por prevalencia de diabetes.
Estos resultados representan un espaldarazo adicional a la recomendación de la OMS de instaurar un impuesto a las bebidas azucaradas, aplicado ya con éxito
en países como Dinamarca, Francia, Noruega, México y Sudáfrica, y con una buena
aceptación por parte de la población. Los que se oponen al impuesto,
argumentan que se trata de una medida paternalista y anti-liberal propia de
estados niñera. Sin embargo, la tasa contribuye a una elección más reflexiva y,
por tanto, más libre, sobre lo que se consume. Por tanto, esta medida podría
incluirse dentro del enfoque del paternalismo libertario; esto es, orientar las
elecciones de las personas en direcciones que mejoren sus vidas, ya que los individuos en ocasiones escogen opciones no saludables sometidos a influencias indebidas, por sesgos en la información recibida y apelaciones emocionales sustentadas en falacias.
En noviembre de 2016, el parlamento catalán aprobó una propuesta para
instaurar un impuesto a las bebidas azucaradas. Unas semanas después, el gobierno de España anunció la instauración de un impuesto a las bebidas azucaradas, que desestimó tras recibir presiones de su propio partido y desde los sectores del azúcar (fabricantes, distribuidores, hostelería yrestauración).
La propuesta del impuesto siguió adelante en Cataluña, pese
a que los sectores afectados, con la Asociación de Bebidas Refrescantes
(Anfabra) a la cabeza, reclamaron al gobierno central su impugnación ante el
Tribunal Constitucional. Tras la entrada en vigor del impuesto catalán, el 1 de
mayo de 2017, Anfraba aprovecha la coyuntura actual para volver a la carga, y
se plantea reclamar de nuevo al gobierno la impugnación del impuesto. Los
resultados de este estudio pueden servir para contrarrestar algunos de los
argumentos esgrimidos por los que se oponen al impuesto, pues nos permiten
apelar también al principio del daño de Stuart Mill, que siempre ondea en sus
pabellones, pues el gasto sanitario, al menos en los países con sistemas
sanitarios públicos, lo sufragamos entre todos.
Miguel Ángel Royo Bordonada, Escuela Nacional de Sanidad
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