La
revista Osteoporosis International acaba de publicar un artículo
de nuestro grupo de investigación en el CSISP titulado “Prevalence of osteoporotic fracture risk factors and
antiosteoporotic treatments in the Valencia region, Spain. The baseline
characteristics of the ESOSVAL cohort” que, entre otras cosas, contiene aspectos
interesantes para la gestión clínica y sanitaria. Interesante
no quiere decir que todo el artículo, ni siquiera su mayor parte, vaya a
seducir a los lectores interesados en GESTION CLINICA Y SANITARIA. La parte menos
atractiva para estos lectores tiene que
ver con el gran tamaño de la
cohorte (más de 11.000 personas mayores de 50 años), la inclusión de más de
5.500 hombres (que hasta no hace mucho se libraban de que los marearamos con la
osteoporosis), el tipo de pacientes (reclutados en consulta de atención
primaria con la colaboración ¡gracias, gracias, gracias! de más de 500 médicos
y enfermeras) y los métodos de seguimiento (con el empleo de la historia
clínica electrónica como cuaderno de datos). Probablemente tampoco van a
disfrutar con la prevalencia de los factores de riesgo o la cuantificación del
riesgo de fractura mediante el instrumento FRAX (al que se le ponen algún que
otro reparo).
El trabajo muestra que sólo el 0,7% de las mujeres entre 50 y 65 años tiene un riesgo de
fractura cadera superior al 3% en 10 años. Este punto de corte es el que se
utiliza en las guías clínicas de algunos países para indicar el tratamiento.
Sin embargo, el 22% de las mujeres de
este tramo de edad recibían tratamiento antirresortivo y un 27,4% habían recibido una densitometría en
los últimos 24 meses. La densitometría en mujeres de menos de 65 años es
una de las pruebas identificadas como de escaso valor clínico en un
(excelente!) trabajo publicado recientemente en
Annals of Internal Medicine .
Diputadas y senadoras de diversos grupos políticos
haciéndose una densitometría (previsiblemente) innecesaria en el marco de una
campaña promocional.
España
es medalla de plata en el Mundial de consumo de fármacos, pero obtuvo el oro en
antiosteoporóticos (Véase el informe “Extent and causes of international variations in drugusage: a report for the Secretary of State for Health by ProfessorSir Mike Richards”). Incluso por delante de Estados Unidos.
Es difícil saber cuanto gastamos en densitometrías innecesarias
que llevan a tratamientos innecesarios. El gasto en antirresortivos aproxima
los 500 millones de euros anuales. Probablemente, algo más del 50% se destina a
personas sin riesgo. Ningún beneficio y algunos efectos adversos (necrosis
mandibular, fracturas de huesos largos …).
Es un buen ejemplo de despilfarro, pero no es el único ejemplo.
La extensión de las
indicaciones preventivas a grupos poblacionales de bajo riesgo es una de
las formas de despilfarro más
comunes en el Sistema Nacional de Salud. Incluyen los hipolipemiantes (casi
1000 millones en 2010) en prevención primaria en personas de bajo riesgo, las
pruebas preoperatorias rutinarias, el uso generalizado de inhibidores de la bomba
de protones, ecografías cardiacas en personas asintómaticas con soplos
inocentes, …
El despilfarro está
de moda en la literatura médica. Berwick, en un recienteartículo en JAMA cifraba en un 20%
del gasto sanitario los costes del despilfarro para el sistema sanitario
estadounidense. Tocaría empezar a hacer cuentas en el SNS. Tocaría empezar a
dejar de hacer lo que nunca debimos hacer. De alguna forma, para salir del
agujero lo primero es dejar de cavar.
Así vamos... Buena entrada!
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