La sanidad del espectáculo
La escasez veraniega de espectáculos ha dado centralidad al aparatoso
y cuestionable despliegue de medios para repatriar a un presunto
infectado por ébola. Otros comentarán la desarbolada capacidad de España
para hacer frente a crisis de salud pública dada la antigua renuncia
estatal a cualquier liderazgo que no sea militar, por supuesto. O el
poco edificante espectáculo de docenas de pacientes evacuados de un
hospital, proyectando la imagen de no disponerse de ninguno capaz de
recibir un solo paciente de elevada infectividad.
Pero algunos aspectos pueden contribuir a reflexionar sobre qué
sistema sanitario tenemos y queremos. El primero es nuestra inconsciente
aplicación de la “regla del rescate”, lo que nos lleva a reclamar
recursos sin tasa para rescatar conciudadanos envueltos en una peripecia
relativamente inusual: un alpinista imprudentemente perdido, un
misionero contagiado en un hospital donde arrecian las infecciones.
Además de la necesaria magnificación por los medios de comunicación, el
desencadenante de nuestra poco meditada solidaridad requiere que se
individualice a la víctima, pasando de ser un caso más o menos
estadístico a una persona identificable.
Estos loables impulsos
tranquilizan nuestras conciencias lo bastante como para desentendernos
de dramas de similar o superior entidad y número, que no gozan de tamaño
foco de atención. Entre ellos, la elevada mortalidad infecciosa
cotidianamente ocasionada en el conjunto de nuestros hospitales por no
incrementar los recursos y esfuerzos necesarios para minimizarla. O los
riesgos reales de ciudadanos excluidos de las prestaciones públicas.
Al hilo de esto último conviene recordar que con las medidas
adoptadas para “garantizar la sostenibilidad del Sistema Nacional de
Salud” (RDL 16/2012) dejaron de ser “titulares de los derechos a la
protección de la salud y a la atención sanitaria todos los españoles y
los extranjeros en el territorio nacional”, para circunscribir la
garantía a la asistencia sanitaria en España con cargo a fondos públicos
a aquellas personas que ostenten la condición de asegurado. Sin entrar a
especular si un misionero emigrado los últimos años está de alta y
cotizando en la Seguridad Social, antes de calificar de “ratas” —como
hacía un bilioso comunicador aún más herrado que errado— a quienes
plantean si estos gastos habrá que resarcirlos, deberíamos pensar si nos
gusta que esta pejiguera administrativa se interponga entre nuestra
munificente solidaridad y el derecho efectivo a recibirla. Sea ante una
infección por ébola, por Escherichia coli o Klebsiella pneumoniae. Y cuáles son nuestras prioridades al respecto.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/08/08/actualidad/1407513143_045955.html
No entiendo como se arriesgan a traer alguien contagiado con el ébola en pleno verano con los servicios de sanidad bajo mínimos. No se han tomado las medidas necesarias y espero que no paguen inocentes el plato de esta horrible gestión
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